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Los errores ortográficos más frecuentes en tu web

Si lo que deseas es causar una buena sensación, no te puedes permitir errores ortográficos en tu página web. Hoy queremos ayudarte a identificar aquellos errores ortográficos más frecuentes que pueblan la red.

Cristina Ochoa Terés

Te hablan de una empresa. O de un comercio. Decides meterte en su web para ver qué pueden ofrecerte. Y ahí, en su página principal, te reciben con un arsenal de falta de ortografías que te deja en estado catatónico. ¿Consecuencia directa? Desconfianza. ¿Efecto secundario? Que, muy probablemente, ahí se acabe tu interés por esa marca: si no saben escribir o no cuidan los detalles, ¿qué calidad pueden brindarte?

Es el efecto rebote de las faltas de ortografía: el efecto que no puedes permitirte (ni en tu web, ni en cualquier comunicación digital o convencional que mantengas con tu cliente) si lo que deseas es causar una buena sensación.

Por ello, hoy queremos ayudarte a identificar aquellos errores ortográficos más frecuentes que pueblan la red. Allá vamos:

Los errores ortográficos más comunes en la web

Ausencia de puntos u otros signos de puntuación

Los signos de puntuación son vitales. No solo sirven para dar sentido a una frase, sino que nos ayudan a no morir por falta de respiración. Sin embargo, la red está plagada de tochos infumables indescifrables alérgicos a los puntos. Por ello: pon puntos en tu vida. Comas. Signos de interrogación incluso. Y procura hacerlo justo en los momentos adecuados: si no, tu texto no tendrá sentido.

La coma que nunca debió existir

Es la que nos empeñamos en colocar entre el sujeto y el verbo, lugar en el que nunca va una coma. Ejemplo: “El soldado, mira a su alrededor”. No, no y no: ahí no va una coma.

Los tres puntos suspensivos que nunca les permiten ser tres

¿Te has parado a pensar por qué a los tres puntos se les llama así? Curiosamente, porque son tres. Ni cuatro, ni cinco, ni seis: tres. Y ya que estamos, etc. termina siempre con un punto. Solo uno.

¿Preguntas o exclamas? Hazlo al principio y al final

Sí: sabemos que es mucho más fácil poner únicamente el signo de interrogación al final de la frase, pero no somos ingleses. En castellano, avisamos de cuándo vamos a preguntar y para ello tenemos dos fantásticos signos de interrogación, uno de apertura y otro de cierre, al igual que dos variantes de signos de exclamación en las que el punto baila de posición según abre la exclamación o la da por finalizada. Si lo piensas, es una ventaja: para algo en lo que somos previsores…

Falta de coherencia en la puntuación

En este mismo artículo, si hemos decidido no poner punto al final de cada uno de los epígrafes, no tenemos que ponérselo a ninguno. En cambio, si nos decantamos por poner puntos, debemos colocarlos en todos los ítems. Así que, o a ninguno, o a todos: coherencia e igualdad.

Más coherencia… esta vez en los términos

Has decidido hablar, por ejemplo, de Marketing (con mayúscula). Bien: es una decisión. Pues sé firme y no escribas seguidamente “marketing” (sin mayúscula), “marquetin”, o cualquier otra variable. Si apuestas por un término, mantente fiel a él.

Falta de vocabulario

Si bien en el anterior punto insistíamos en la necesidad de ser coherentes con los vocablos que empleamos, también es cierto que debemos dar cierta variedad a los textos. Algunos pecan de una ausencia de sinónimos preocupante y, en honor al Dios SEO, se repite el mismo término hasta el agotamiento. Utiliza sinónimos, otra manera de referirte al objeto o servicio del cual estés hablando. Imprime variedad, riqueza, amplía tu vocabulario. Haz lo mismo con los verbos y sal, por favor, del ser, estar, tener. Existen más verbos en nuestro diccionario. Muchos más. Huye de los verbos contenedores.

Acentos despistados

Con los acentos, en un texto, puede pasar de todo: desde que se encuentren totalmente ausentes, hasta que parezca que están borrachos y que fortuitamente caen en cualquier lugar. Por favor, asegúrate de que acentúas bien, en especial en los pronombres exclamativos o interrogativos (¡qué pasada lo de Juan!). Disponemos de un montón de correctores a nuestro alcance (puede valerte simplemente el corrector ortográfico del Word), con lo que no hay excusas para escribir bien. Y, por cierto, lo digo siempre que puedo, pero es que cada vez va a más: “ti” no lleva acento.

Baile arbitrario entre el singular y el plural

En demasiadas ocasiones no hay concordancia. Hablamos de “comunidad”, pero ponemos el verbo en plural y decimos que “la comunidad participan en una carrera”. Olvidamos que el sujeto está en singular y le colocamos un verbo en plural. O viceversa. Y terminamos con frases que son un lío.

Presta atención a este aspecto. Y, en particular, cuida cuando hablas de porcentajes. Si dices que “un 15% de los españoles duerme la siesta todos los días”, ¿se dice “duerme” o “duermen”? La respuesta es “duerme”, ya que el porcentaje es singular.

Ustedes que se convierten en tú

¿Por qué si comienzas dirigiéndote a tu cliente por “usted” pasas en la siguiente línea a tutearlo para regresar al “usted” cuando mejor te parece? Y otro fenómeno extraño: ¿por qué si les hablas a tus usuarios como “vosotros”, de repente te cargas a unos cuantos y los transformas en una única persona y les hablas de “tú”? Coherencia, por favor. Si hablas de “usted”, todo el rato de “usted”. De “tú”, de “tú”. Pero no saltes del “tú” al “vosotros” o al “ustedes”.

Muerte por sobredosis de mayúsculas

Esto pasa mucho (especialmente en las webs de abogacía) y consiste en esa pasión desmedida por las mayúsculas que desemboca en frases como esta: “Apuesta por la Inclusión y la Diversidad en una Sociedad Moderna y Tecnológica”. ¿Alguien me puede dar una razón con peso de por qué esas palabras van en mayúscula? No la hay.

Dudas entre porqués

Cuando te estás preguntando algo se dice “por qué”. Cuando vas a dar una razón y estás respondiendo, se contesta “porque”. Y cuando estás hablando de un motivo, te preguntas por el “porqué” de esa situación. Por favor: repasa el uso del por qué, porque y porqué, ya que te vendrá muy bien. Y ya que estamos, te dejo más tareas: revisa también el uso de “¡ay!”, “ahí” y “hay” y de “si no” y “sino”.

La eterna disyuntiva: A ver o haber

Refresquemos también este concepto. A ver es cuando quieres ver algo (metafórica o literalmente). Una fórmula para comprobar que está bien empleado es sustituirlo por veamos (“A ver qué podemos hacer hoy”). Por su parte, haber es el infinitivo del verbo haber, sinónimo de contener, tener, existir… ¡No los utilices mal, por lo que más quieras!

Faltan letras en tus palabras. O palabras en tus frases

Ocurre, sí: palabras mal escritas mancas (o superdotadas) de letras. Frases en las que faltan palabras. El pan nuestro de cada día. Solución: repasa tus textos y comprueba que están completos y bien escritos, que no sobra o falta nada.

Infinitivos empleados como órdenes

Es muy habitual escucharlos en la calle. Hablamos de órdenes en las que no se emplea el imperativo, sino el infinitivo y, de este modo, no dicen “subid las escaleras”, sino “subir las escaleras”. Y esto también ocurre en Internet, por ello: tenlo en cuenta y, si estas dando una orden en plural, coloca la “d” al final. Si no, estarás haciendo un mal uso del infinitivo.

La hache maltratada

La verdad es que es una cruz lo que le pasa a esta letra. Además de ser muda, la ponen cuando no toca y la olvidan cuando sí toca. ¡Hagamos campaña por el buen uso de la hache! “Ha participado” siempre se escribe con hache, pero nunca se va “ha” caer algo (¡duele la mirada ver esa h ahí!). Y, por supuesto, nunca me “heches” de menos. Prefiero que me eches de menos sin hache.

Preposiciones locas

Esto daría para un capítulo. Los verbos y ciertos sustantivos tienen preposiciones asociadas concretas y debemos utilizar las correctas. Se dice “en beneficio de” y no “a beneficio”. Es “20 kilómetros por hora” y no “a la hora”. No existen “temas a tratar”, sino “temas que tratar”. Es “de acuerdo con” y no “de acuerdo a”. Y así sucesivamente… ¡Vigila este aspecto!

Otra alternativa para las personas humanas

Perdón, sé que me regodeo, pero no puedo evitarlo. A veces caemos en términos redundantes como estos. No existe “otra alternativa” porque “alter” ya significa “otro”, así que debemos decir “una alternativa”. Y las personas, por defecto, son humanas. Casi siempre, al menos. ¡Cuidado con estas expresiones!

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Conclusión: repasa tus textos una y otra vez

Como ya has comprobado en más de una ocasión, la primera impresión cuenta cada vez más. ¿Por qué? Porque cada vez somos más impacientes y en apenas una milésima de segundo decidimos si algo nos gusta o no (y si no compartes esta opinión, observa a un adolescente mirando Tik-Tok: su dedo se mueve a la velocidad del rayo desechando vídeos antes de que estos hayan comenzado).

Pues bien, lo mismo pasa con tu web. Pero si es obvio que el diseño es imprescindible para agradar a quien nos visite, también lo es el contenido. Y aquí, no hablamos de escribir bien y trasladar correctamente los mensajes (imprescindible, por cierto), sino de que esos textos estén perfectamente escritos. O, sin ponernos exquisitos, que no contengan faltas de ortografía que te salten al ojo, te lo arañen y te dejen tuerto… llevándose por tierra tu reputación.

Por todo ello, repasa tus textos una y otra vez hasta que tengas la seguridad de que están bien escritos. ¡Cuida tu escritura porque es tu carta de presentación!

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